miércoles, 25 de agosto de 2010

Orlando de Virginia Woolf

Decía Virginia Woolf, considerada por muchos como la alumna más aventajada de Marcel Proust, que estaba cansada de escribir, que necesitaba unas vacaciones. Le desagrada la idea de seguir narrando como lo había hecho siempre y quiso parar, contar algo nuevo, extravagante, que poco o nada tuviera que ver con su obra hasta ese momento; quiso concederse un capricho. Este fue el contexto en el que nació, creció y maduró su Orlando.
Portada original del libro
Y es que el argumento de la historia que Woolf nos relata, ya deja bien a las claras que estamos frente a una novela, cuanto menos, diferente, distinta, curiosa. Un noble del siglo XVII avanza por el tiempo, recorriendo distintas épocas de la humanidad, mientras se va percatando de que el ejercicio de la escritura es su gran pasión y a lo que le desea dedicar su existencia, todo esto acompañado por un repentino cambio de sexo al cumplir los treinta años de edad.
Toda la historia está narrada en tono biográfico, son continuas las referencias a presuntos manuscritos extraviados o conservados en mal estado, a partir de los cuales Woolf va tejiendo a un personaje aventurero, atemporal, andrógino, cuyo amor por la literatura va expulsando toda la sangre azul que bombeaba su corazón en sus orígenes. Orlando, siempre acompañado por su poema, The Oak Tree, deambula casi perdido por el espacio-tiempo como quien sale a pasear al perro por un parque una plácida noche de verano. Avanza de imperio en imperio, pasa por la corte de Queen Elisabeth, convive con sultanes otomanos,… hasta que finalmente acaba por recibir un premio por su bella poesía, ya en tiempos de Virginia Woolf, allá por los inicios del siglo XX.

Orlando a su regreso a Inglaterra
Cabe destacar la comparación entre las dos vidas, primera la de hombre, después la de mujer. El cambio se produce simplemente a nivel físico, no mental: su órgano reproductor masculino se convierte en femenino, pero no existe variación en su identidad, en su manera de pensar, en su memoria. Si bien Orlando nunca había destacado por una virilidad extrema, si que es palpable el cambio sustancial que se produce en el trato que recibe exteriormente, por parte de otros personajes. Mientras era de género masculino, en su lucha para abandonar los placeres físicos y materiales que le ofrecía su posición de noble nunca recibe apoyo, pero tampoco es obstaculizado, no se le priva de ningún placer, se le permite decidir libremente. 
 Virginia Woolf
Al verse transformado en mujer, el contexto que le acompaña se torna mucho más arisco y arduo, algo que no sucedía antes de la permuta sexual. Frecuentemente, Orlando es despreciada, o tenida poco en cuenta, dando a entender la existencia de unos valores machistas y anticuados, muy criticados siempre por la autora, si bien, creo que no se debiera proponer el feminismo como el eje fundamental de la novela, pues como mucho se le puede considerar un punto de apoyo, pero pequeño, apenas visible. Más bien, se ha de considerar la androginia de Orlando como el reflejo de la ambigüedad sexual que gobernaba los círculos y las relaciones sociales en los que se movía Woolf por la época en la que decidió tomarse ‘unas vacaciones’ y escribir Orlando. Son continuas las referencias indirectas a Vita Sackville-West, (desde el poema hasta ciertos lugares por los que discurren las aventuras de Orlando) que fue primero amiga y luego pareja sentimental de la escritora durante algún tiempo y también  quien la introdujo en el safismo y en general en un mundo de libertad sexual y promiscuidad, donde el género se aceptaba como una construcción social más y no se le concedía el origen biológico-sagrado con el que se acostumbra a asociarlo en la mayoría de los sectores sociales de principios del siglo XX.

Vita Sackville-West, amiga y amante de V.Woolf
De la hermosa prosa de Virginia Woolf, mejor no diré nada, ella habla por sí sola:
He would give every penny he has (such is the malignity of the germ) to write one little book and become famous; yet all the gold in Peru will not buy him the treasure of a well-turned line. So he falls into consuption and sickness, blows his brains out, turns his face to the wall. It matters not in what attitude they find him. He has passed through the gates of Death and known the flames of Hell.

Capítulo primero de Orlando, Virginia Woolf, Ed. Penguin books 1993

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