Uno de los principales errores que se cometen es confundir el trato que hace Sorolla de la luz natural en sus cuadros, especialmente en las escenas playeras, con el que le daban los impresionistas de la bohemia de París. Mientras que Sorolla resaltaba los contornos y los volúmenes de los cuerpos y los objetos que representaba en el lienzo mediante pinceladas blancas que imitaban el reflejo de la luz del sol, los impresionistas con el uso que hacían de la luz y el espacio (este último concepto lo dejaremos aparte), buscaban un nuevo camino en el que embaucar el arte. Intentaban congelar imágenes reales en sus lienzos, imágenes cuya coloración cambiaba cada segundo. El impresionismo marcó el punto de partida a partir del cual el color adquirió más importancia que el dibujo y la composición; el color estaba claramente influido por la intensidad de la luz y es por esta razón por la que se le otorgó tanta importancia. Toda aquella representación digna de ser llamada impresionista, está exageradamente influenciada por la luz, que es la principal protagonista de la obra. Por esta razón, las obras impresionistas a veces parecen difuminadas o saturadas de luz, ya que no siempre su intensidad es la óptima para que la imagen sea clara. Si ésta no es la adecuada, lo que suele ocurrir en la mayoría de las ocasiones, el cuadro no se modifica para que podamos ver la imagen más nítida, sino que se nos muestra tal cual es. El efecto es parecido al que se obtiene al realizar una fotografía con el obturador abierto un lapso de tiempo inadecuado, si el tiempo es excesivo, la fotografía se satura de luz, cuesta identificar las formas y los colores adquieren tonos blancos, si por el contrario no permitimos que entre una cantidad de luz suficiente, la imagen obtenida es difusa, como si hubiera una ligera niebla que la envolviera. Como se puede observar hay una clara diferencia entre el uso de la luz que se hace en la obra de Sorolla, con la de los impresionistas.
El hecho de que un pintor tenga en cuenta la luz no es motivo justificable para que se le trate como impresionista, porque desde el comienzo del arte occidental (a partir de Giotto) ha habido numerosos pintores como Rembrandt, Caravaggio,… que han dominado perfectamente el uso de luz y a nadie con un poco de sentido común y unos mínimos conocimientos sobre arte se le ocurriría decir que son impresionistas.
Otra característica que señala una clara diferencia es el tipo de pincelada empleado. Los impresionistas utilizaban pinceladas rápidas y pequeñas mientras que en Sorolla, la aplicación de la pintura era mediante pinceladas largas, incluso empastes, técnicas no apropiadas para darle importancia a la luz. Al observar cualquier cuadro de Sorolla de cerca, podemos distinguir perfectamente las formas de los dibujos, siendo esto imposible en cualquier cuadro impresionista, en los que la forma se ha sacrificado a favor del color. Si nos acercamos demasiado a los nenúfares de Monet,

sólo veremos manchas y pequeños borrones; necesitaremos alejarnos a una distancia prudente para poder distinguir las formas de los objetos que componen la imagen. Como es fácil notar, el tipo de pincelada favoreció la sustitución de la composición tradicional por el color, como motivo principal del arte pictórico, por lo que no resulta descabellado afirmar que esta pequeña diferencia en la forma de aplicar la pintura sobre el lienzo portaba de forma intrínseca una connotación filosófica importante, en la que se apoyaba todo el impresionismo y que además sirvió como referencia para posteriores generaciones de artistas.
Otro aspecto que claramente distingue la obra Sorollaniana de la impresionista es el tamaño de los cuadros. En la obra impresionista, se trata de captar el efecto, la impresión (de ahí el nombre del movimiento)

de la luz sobre la imagen que se está viendo, por ejemplo, en las distintas versiones de la catedral que realizó Monet.

Como se observa en estos cuadros, el efecto de la luz modifica los colores y los tonos de la imagen, siendo variables durante el transcurso del día, por lo que es imposible que la realización de una obra impresionista tuviera un tamaño excesivo, ya que si las dimensiones del lienzo no eran reducidas, era imposible que fuera posible realizarlo entero en una sola sesión de poco tiempo, condición sine quanon, para que la luz no variara en exceso. Si el lapso de tiempo en el que se ejecuta la obra es demasiado largo, la luz no afectaría los objetos representados de la misma manera al comienzo de la ejecución de la obra que al finalizarla, debido a la rapidez con la que los matices lumínicos cambian, por lo que es totalmente imposible que un cuadro de dimensiones medianas o grandes se ajuste a la visión y al modelo impresionista. Si miramos los cuadros de Sorolla, observaremos que ninguno es de dimensiones reducidas; su tamaño, sin ser exageradamente grande, (exceptuando los murales para la Hispanic Society que miden más de diez metros cuadrados), no es lo suficientemente pequeño para poder ser ejecutados en una sola sesión, por lo que la esencia básica de la obra impresionista es imposible encontrarla en la obra del artista valenciano.
Otra característica que pudiera dar lugar a confusiones son las escenas al aire libre pintadas por Sorolla, por ejemplo las de la playa de la Malvarrosa, que hay quien se atreve a clasificarlas como impresionistas argumentando que se inspiró en sus compañeros franceses, que fueron pioneros en salir al exterior de sus talleres para pintar. Si bien es cierto que los impresionistas ejercieron influencia sobre Sorolla en este punto, este hecho no es suficiente para encuadrar al pintor valenciano dentro del grupo francés, porque, igual que anteriormente comenté, no todos los pintores que reivindican la importancia de la luz en sus obras son impresionistas, de la misma manera que no todos los que pintan fuera de sus talleres, al aire libre, pertenecen al movimiento parisino, véase a los paisajistas románticos de principios del XVIII, como Millet, de los que nadie se atrevería a decir que pertenecieron la corriente francesa.
Los expertos en la obra de Sorolla, probablemente estén pensando que he olvidado nombrar una parte de la obra de Sorolla, la realizada al principio de su vida pictórica, en las que realizó una serie de cuadros, unos dos mil aproximadamente, que sí se ajustaban, por lo menos en el aspecto técnico al concepto básico del arte impresionista, es decir, cumplían todos las características explicadas en párrafos anteriores. Pero estos cuadros, pequeños, llenos de luz y de color, como el mismo Sorolla manifestó eran simplemente unos bocetos, unas notas de color para ejercitarse él mismo, para soltar la mano, por lo que opino, y creo que con razón, que no son representativos de su obra madura y que por lo tanto no deben tenerse en cuenta para evaluar su obra.
Para finalizar, quiero remarcar que este intento de ensayo en el que se critica el aprovechamiento que algunos han intentado hacer de la “marca” impresionismo para ensalzar a Sorolla, no es un intento de devaluar la obra del pintor valenciano, sino de encajarla en el lugar que le corresponde, un lugar desde el que poder analizarla, juzgarla y por supuesto disfrutarla, pero que evidentemente no es el impresionismo parisino de finales del XIX.
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